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Intergaláctico, Planetario

Siempre, como parte del hip-hop y también como melómano, he tenido un gusto y cariño especial por los Beastie Boys. Recuerdo que me sentí muy feliz cuando completé su discografía en vinilo en 2022 y lamenté mucho cuando MCA falleció el 2012.

Mi primera oída de ellos fue, si mal no recuerdo, cuando tenía 10 años, en 1995, recuerdo haber escuchado por la radio, en casa o la escuela, un beat de batería pesado y un riff de guitarra igual pesado. Eso no es rock, creo, según lo poco que conocía de música en ese momento de la vida. Había escuchado rap, sonaba en las radios chilenas, pero de esa forma no. Cuando empiezan los Beasties a rapear, fue sorprendente, ya que nada sonaba similar por acá, al menos, en lo que sonaba en radios.

No tenía un gusto musical formado en ese tiempo, tenía un cassette de Pampas Reggae de Los Pericos como también uno de Eros Ramazzotti que me habían regalado en un par de viajes a Santiago. Eso cambió a partir de los 13 años, cuando cursaba 8º básico y aprendí la diferencia entre rap y hip-hop. En mi curso había muchos chicos que eran entusiastas por el hip-hop. Uno de ellos, se convirtió en mi inspiración. Estaba metido en la onda del breakdance y escuchaba mucho rap. Él estaba a la moda en ese sentido, su compañerismo y entusiasmo me motivaron a conocer más y a convertirme en hiphopero. Más aún, cuando dentro de las playlist de sus cassettes estaban Shake your Rump, Get It Together, Sure Shot y ese tema del pesado beat y riff: So What’Cha Want, ése era el grosso tema que hace un par de años atrás había escuchado y me había volado la cabeza.

A partir de ahí, con mi facilidad para el dibujo empecé mis primeros graffitis, que eran porquerías, y a juntar música, de la que me podía conseguir con algunos amigos y la que grababa de la radio. Así empezó de a poquito, una mezcla de los Beastie Boys, Tiro de Gracia, Wreckx-N-Effect, MC Hammer (sin U Cant’ Touch This), algunos gringos que no cachaba en ese entonces y varios mixes y otras cosas, cercanas, como Limp Bizkit y algunos temas de raggamuffin’. Era variado, poco, pero variado.

Hasta que empecé a rimar. Todo de ahí creció de manera exponencial. La capacidad de hacer freestyle, cabecear un beat, descifrar las letras en inglés con lo que iba aprendiendo en el liceo, buscar instrumentales entre amigos y hacer graffiti, mucho, junto con mi hermano de pinturas y versos, Enzo. Esto ya era cuando tenía 16–17 años. Ya tenía muchos cassettes con música y CD’s pirateados con mezclas y álbumes completos. Cuando visitaba a mis abuelos, la pasaba viendo películas y MTV, que en ese tiempo era bueno y daban muchos clips de rap, y los de Beastie Boys, que en 1998 habían lanzado Hello Nasty, eran mis favoritos.

Cuando salió el vídeo de Intergalactic, mi mente explotó.

¿Podía mezclarse un robot de cartón y plástico con unos trajes de goma ridículos, las estaciones de tren de Shibuya y Shinjuku y supermercados en Japón con 3 MC’s, una instrumental muy divertida, muy influenciada del jazz y una letra que no fuera el típico rap social, de calle o picao’ a gangsta?

Intergalactic demostró que sí. Y ahí fue cuando me enamoré de los Beastie Boys. Le encontré sentido al hip-hop por medio de su música y su estilo. No era sólo una moda bacán, ni tampoco un medio para hacer crítica social o una excusa para poder hacer arte gráfico, sino que entendí, que para mí, se trataba de disfrutar. Divertirme. Estaba en el hip-hop porque era una diversión real para mí.

No me malinterpreten, no es que menosprecie la cultura y los cuatro elementos, al contrario, más me involucraba. Pero a través de los Beasties entendí que podía hacer más que lo que hacían los típicos raperos que bebían de la influencia otorgada por Tiro de Gracia, de Tupac y Dr. Dre o de SFDK y Violadores del Verso o Vico C.

Simplemente, notemos todas las influencias de los Beasties: rock, funk, jazz, rap, dub, punk… hasta country y bossa nova. ¿Quieres fijarte en sus tres integrantes? OK, los 3 son amigos de escuela, son blancos y empezaron como una banda juvenil de punk. ¿Sus letras? Sobre fiestas juveniles, desorden juvenil (fiestas y cosas así), pasarlo bien, protestas contra la sociedad y la forma de vida que tenían sus integrantes, reflejar a New York y su amor por esa ciudad. También, espiritualidad y compromiso. ¿Cómo? ¿espiritualidad? Pues sí, espiritualidad, los tres son de ascendencia judía y dos son de fe judaica y MCA, pues MCA se hizo budista. Y lo dejó reflejado en su vida, en sus letras y en el sonido de su bajo.

Eran la excepción que rompía toda regla. Mientras la gran mayoría se sentían más identificados con andar fumando marihuana y haciendo rap gangsta, tirándose mala onda entre MC’s (Este contra Oeste, ¿les suena?) había un trío de nerds que se paseaban por motos en miniatura vestidos con colores como si de Teletubbies se tratara, rapeando en medio de Nueva York con un estilo inconfundible y cautivador (Alive). O bien, protagonizaban la mejor de las series policiales de los años 70’s, persiguiendo delincuentes y botando muñecos por puentes, llevando un bigote que era digno de comparar con el de Chuck Norris (Sabotage), a un ritmo rock que ni Zack de la Rocha podría superar, o eran un trío vestido con la ropa más normal del mundo, rapeando en mitad de un bosque (So Wat’Cha Want) con colores e imagen distorsionados, a razón del efecto que se hizo característico en sus vídeos.

Los Beastie Boys. Los que te decían que tienes derecho a pelear por tu fiestaa decir que las mujeres merecen respeto y gratitud. Que la mejor forma de disfrutar de la azúcar era con café y crema. Pasaron los años, todos crecemos, pero ahí estaban ellos, llenos de referencias a la cultura, a Star Trek, a Pie Grande y los 5 barrios. Luego, para concluir, volviendo a su origen y entregando el broche de oro a una carrera larga, entretenida, increíble y bien jugada: con la continuación del clásico (You Gotta) Fight for your Right (to Party), de la forma más genial y alocada que podía ser: siendo ellos mismos, pero representados por otros, como un autohomenaje o una broma interna.

La luz se apagó el 4 de mayo de 2012, cuando Adam “MCA” Yauch falleció. No sólo murió un componente importante del trío. Ahí, Beastie Boys terminó su carrera. No iban a ser como otras bandas que buscan un reemplazante. Tampoco iban a resucitarlo de forma virtual, ni muchos menos seguir como dúo. Los Beastie Boys eran tres y siempre lo serían.

Quizás podríamos querer escuchar más álbumes y canciones, aun cuando se sabe que hay un montón de canciones que nunca verán la luz. No es necesario, hay 8 álbumes y cientos de canciones para disfrutar a la mejor banda de hip-hop que ha existido.

En tiempos donde el rap es murmurado, donde todo gira en torno al ego y donde las batallas de improvisación se llevan el centro de atención, prefiero seguir oyendo y disfrutando a 3 idiotas que lo pasaban bien, rapeaban bien y son una de las más grandes influencias para muchos artistas y exponentes, simpatizantes y oyentes, por su actitud, visión, pensamiento, calidad de producción, ingenio, contenido y nivel musical. Ningún estilo les quedó pequeño. Ningún vídeo fue menos que otro. Ningún disfraz fue mejor utilizado como en sus vídeos.

Para mí, una inspiración e influencia directa. Un sí o sí en mis playlist diarios. Mi definición personal de los Beastie Boys es igual que el coro de una de sus canciones: Intergalácticos, Planetarios, otra dimensión.

Larga vida a Ad-Rock y Mike D y namasté por MCA.

PD: Esto fue escrito originalmente en 2016. Antes de ser publicado el libro biográfico escrito por Ad-Rock y Mike D y también, antes del hermoso documental basado en el libro: Beastie Boys Story.

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Canción

Risingson

Durante febrero, entre dedicarme al trabajo, unos días de vacaciones, escribir más música y estar grabando un vídeoclip, también me dí un par de gustos personales, uno de ellos, adquirir un vinilo soñado: Untrue de Burial, aquel segundo álbum del misterioso productor británico.

Y al respecto de ritmos misteriosos y oscuros, no pude evitar recordar la colaboración de Burial con Massive Attack: Four Walls / Paradise Circus, que mezcla el sombrío estilo vocal del dúo de Bristol con el igual de extraño ambiente sonoro del nativo de South London.

Así, por unos días he vuelto a oír a Massive Attack, partiendo desde esta colaboración y terminando por querer destacar, en esta ocasión, una canción, que en mi opinión, ejemplifica y define de forma majestuosa a Massive Attack, de forma vocal, lírica, nivel productivo, ambiente, etc. y esa canción es “Risingson”.

“Risingson” es una de las canciones más emblemáticas de la banda de trip-hop británica Massive Attack. Fue lanzada en 1997 como primer sencillo del álbum “Mezzanine” y su producción innovadora y temática oscura la convierten en una de las favoritas de los fanáticos, obviamente, es una de mis canciones favoritas igualmente.

En términos de producción, “Risingson” se destaca por su uso de una línea de bajo distorsionada y crujiente que se desplaza por toda la canción, creando una sensación de tensión y ansiedad. La canción también incluye elementos de guitarra y batería, que se combinan con la electrónica y el uso de sampleos de voz para crear un sonido densamente texturizado y atmosférico. Destaco sobretodo, samplear riffs de guitarra y utilizarlos en clave sintetizada, que sin duda, demuestra con creces aquella atmósfera llena de matices entre la luz y la oscuridad.

La letra de la canción aborda temas oscuros y propios de la época, como el ambiente fiestero británico, el uso de drogas (y todo el viaje psicodélico que conlleva), con referencias sutiles a la cocaína y el THC. Sin embargo, la temática oscura es contrarrestada por la belleza de las vocalizaciones de 3D y Daddy-G, que flotan por encima de la mezcla de sonido, de forma a veces susurrante y a veces, inquietante.

En la canción, 3D y Daddy-G usan técnicas vocales únicas, incluyendo el uso de efectos de eco y reverberación para crear un sonido etéreo y casi fantasmal. También se destacan los armoniosos coros que se superponen a las voces principales, lo que añade una capa adicional de belleza a la canción.

Lanzada como primer y único single de su tercera producción, “Mezzanine”, el 7 de julio de 1997, anticipando prácticamente por un año al álbum, su arte promocional, realizado por el mismo 3D, consta de una sencilla composición en la que prima una mancha simétrica y colorida del tipo Rorschach, que con su ambigüedad, insinúa las capas y matices que Risingson posee, junto con el nombre del grupo en una tipografía gruesa sin serifas. Esta misma carátula, junto con otros diseños del artista, han llegado a ser expuestos en el Museo de Arte Moderno de New York, MoMA.

En resumen, “Risingson” es una canción que combina la oscuridad y la belleza en partes iguales. Su producción innovadora y el uso de voces etéreas y armoniosas de 3D y Daddy-G la convierten en una canción atemporal y emblemática del trip-hop y la música electrónica de finales de los 90 y principios de los 2000 y, tal como mencioné anteriormente, define de forma casi específica la propuesta musical de Massive Attack.

Nota: escribir sobre esta canción me inspiró a crear una playlist basada en Risingson, titulada Smooth Darkness, que puedes encontrar aquí.

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Café, crema, cine y NYC

Lo sé, soy un inconsecuente, pero aquí estoy. La verdad, creo que aprovechar el sol del verano me ha distraído del blog. Pero I’m back.

Enero y febrero han sido un par de meses bastante interesantes en lo musical, tanto como melómano, así también como artista.

Enero comenzó con los ajustes finales para Cremita Neoyorquina, un tema que compuse durante mi estadía en New York, en septiembre de 2022. Aproveché estar en la cuna del hip-hop, para escribir varias ideas, que se plasmaron en este tema, Cremita, que es una suerte de oda al hip-hop, a la ciudad de New York, al cine y detalles personales, todo condensado en un tema breve: son dos minutos y veintisiete segundos de duración.

Apenas completé las estrofas y algunas ideas posibles para un coro, pensé en la música, la instrumental, el beat. Y concluí que, al estar en NYC, debía samplear, hacer uso de tan mágico y potente recurso. Así que apenas volví a Chile, me puse a revisar y escuchar montones de música.

Mis conceptos musicales bases eran:

  • Rap moderno, sin caer en la tendencia del trap
  • Usar samples, uno como base principal
  • Un guiño latino, mediante samples, efectos o bien, la letra
  • Que tenga un corte a mitad del tema (como que se apague y encienda el track)
  • Scratches

Con éstas ideas y la letra prácticamente lista, llegué a mediados de septiembre al home studio de DJ SDC y empezamos a trabajar. Tenía tracks de referencia que podíamos usar y durante aproximadamente cuatro meses, fuimos iterando y evolucionando el sonido y la propuesta. Durante este tiempo, salió finalmente el coro, de cuatro barras y una melodía propuesta por DJ SDC, quien con su ayuda, lo grabamos a dos voces: la principal, de él, alto y yo, en versión grave, con un muy sutil efecto de autotune, sin caer en lo robótico y nefasto que puede sonar como en algunos artistas.

En lo personal, armé la introducción del tema, que es una tonta oda al café, jajaja y que le da motivo al tema Cremita Neoyorquina, que mientras lo escribía, tuvo dos fuentes de inspiración principales: Wu-Tang Clan (y el hip-hop en general) y el café.

¿Por qué estas dos cosas tan dispares? ok, el guiño o inspiración en Wu-Tang Clan es por un tema de su primer LP — Enter the Wu-Tang (36 Chambers) — de 1993, el track se llama C.R.E.A.M., acrónimo de Cash Rules Everything Around Me, literal: el dinero rige todo a mi alrededor. Canción famosa por su melodía basada en un sample de As Long As I’ve Got You de The Charmels y los versos compuestos y presentados por Raekwon, Inspectah Deck y el coro respectivo de Mr. Meth: Method Man.

Mi idea era hacer una referencia a este tema, no con la misma temática, pero si dar una suerte de homenaje, por todo lo que Wu-Tang significa para el rap y para New York. Pero también, quería manifestar algo respecto al café, mi bebida favorita y simplemente, quería café en mi canción. Evolucionando y reescribiendo mis versos, llegué a esta idea que parte de un imaginario y delicioso café con crema (irish coffee podría ser) y la analogía de disfrutar tan rico café es cómo disfrutar de un excelente vinilo de rap. Es como disfrutar la cultura hip-hop, algo que sin duda alguna, he hecho durante mi carrera y vida hiphopera.

El sample principal también se basó en esta idea neoyorquina del hip-hop, referenciando raíces latinas, al tomar un sample en clave salsa de un grupo antigüo de este sabroso ritmo musical. Este sample le dió el sabor preciso a Cremita. Aquí es dónde guarda relación haber regresado a Chile a escuchar montones de música: estuve cerca de medio mes escuchando salsa, tanto clásicos de los 70-80’s y también modernos, pasando por artistas conocidos y otros más “underground”. Ahí le tomé el gustito a la salsa, de manera rítmica, primeramente.

¿Y el café? pues quedó en la introducción y el primer verso del tema: Cinco tazas de cappuccino, prendo el día con hip-hop genuino. La verdad, en mis mañanas gringas lo que consumía era cafés negros y algún espresso, mientras estaba recorriendo la ciudad, jajaja. También es una referencia a los Beastie Boys, en la canción Super Disco Breakin’, que empieza con Ad-Rock diciendo: fifty cups of coffee and you know it’s on… aunque creo que nunca me tomaría cincuenta tazas de café, por mucho que me encante.

Y luego, referencias al cine como Kill Bill, John Wick y Joker, mención a diferentes partes de la ciudad, un par de referencias a Hamilton, el musical y una fantasía de mezclar Temuco y New York. Todo esto usando igual un poco de inglés, más que nada como excusa para complementar mi forma de hacer rap, que últimamente incluye muchos anglicismos, como una suerte de teaser de que en breve pueda tener un track completo en inglés.

Uno de los detalles importantes que destaco, es mencionar y/o presentar un álter ego: Berantino.

Berantino es la contracción de mi nombre, Beraka con Tarantino, apellido del célebre cineasta, en un afán de crear un sobrenombre que también refleje mi amor por el cine. Recuerdo conversar de esta idea con mi amigo Habacuc, de tomar un personaje conocido culturalmente y adjuntarlo al alias o nombre artístico, en su caso, sería Habacuc Baku, por un personaje de animé y yo, pues Berantino, por lo antes mencionado, allá por 2017.

Para mí, Berantino es alguien que disfruta de anécdotas tontas y momentos divertidos. Si se trata de mi personalidad, Berantino es el alegre freak, a diferencia del Beraka a secas, que más que nada, es quien tiene la actitud rapera característica. Berantino es un tipo relajado, alegre, pero al mismo tiempo, “clase alta”. Será entretenido desglosar sus características a medida que lo vaya desarrollando.

Y así, con todo esto, llegamos a febrero, tenemos el tema concluido y revisado, con algunas referencias directas de personas específicas que lo han escuchado y lo han disfrutado, destacando la calidez del tema, lo diferente y moderno y lo bien que suena el sample salsero.

Lo mejor de todo, es que si bien queda un tiempo para publicarlo y así todos puedan oírlo, la espera valdrá la pena, porque será el primer tema que lance acompañado de un vídeo clip.

Este clip seguirá la misma idea de entrecruzar Temuco y New York, ahora, de forma visual. Y espero que sea un gran complemento para el tema en general.

Se viene Cremita Neoyorquina.

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Lisztomanía

Hace tiempo que no venía a mi memoria aquella palabra: Lisztomanía.

Generalmente, es más sencillo recordar melomanía, definida como la afición por la música en general, en cambio, lisztomanía es la necesidad de escuchar música todo el tiempo, tal como indica el post de Diccionario VIP en Instagram.

Hay que agregar ciertamente, que en su origen, se refería al frenesí de los seguidores dirigido hacia Franz Liszt durante sus actuaciones, nada más alejado de un rockstar actual.

Lisztomanía y melomanía, ambos me identifican al cien por ciento y creo que en la música he encontrado una compañía, influencia y contentamiento enormes a través de los años.

Amando el hip-hop y regaloneando con tantos estilos musicales y rítmicos que al final, me cuesta enfocarme o dedicarme a escuchar sólo un ritmo o álbum durante el día.

Antes, era súper fan de oír artistas y sus discografías, es decir, escuchar álbumes completos, aún sigue siendo mi preferencia, ya que considero que es cómo debe consumirse la creación de un artista musical: un álbum siempre tendrá un trasfondo, una historia que el artista quiere expresar, de principio a final y que merece ser escuchada, percibida y entendida de aquella forma, ejemplos, varios se manifiestan en mi mente: Pink Floyd con The Dark Side of the Moon y Wish You Were Here, Tame Impala con Currents o The Slow Rush, Rosalía con El Mal Querer o The Weeknd con After Hours o Dawn FM.

En el presente, he caído en el vicio de las playlists, la verdad, gracias a Spotify y su bien ajustado algoritmo (a diferencia de YouTube, que no sabe qué recomendarme, jajaja) y si bien, es una forma de consumir música quizás no tan recomendable (comparándola con lo que escribo sobre álbumes) es una buena oportunidad de conocer y ampliar el espectro musical, ya que no se trata de seguir la playlist de un artista específico per se, oyendo sólo sus temas, sino, como Spotify te presenta listados en base a ritmos, emociones o estilos variados, uno puede encontrarse con viejos conocidos, así como con nuevos exponentes y nuevos sonidos que realzan la experiencia de escucha y te permiten conocer a artistas, que a veces, te suenan a alguien cercano pero no al mismo tiempo y tienen algún detalle, sea estilístico, vocal o de feeling que hace que puedas engancharte a él y seguirlo o guardarlo en tus favoritos.

Por eso, también mi motivación a armar algunos listados (ya se viene el segundo para La Vida en Beats) y seguir y escuchar otros que me han recomendado.

Y bien, para no alargar más esta breve entrada, que es sobretodo una opinión puntual, no podía quedarme sin cerrarla compartiendo a los franceses de Phoenix con su tema Lisztomanía, del álbum Wolfgang Amadeus Phoenix de 2009.

Nota aparte: actualicé unos detalles de funcionamiento del blog y ahora está disponible desde el menú principal, un buscador, para que puedas encontrar palabras o artículos de una forma más sencilla.

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Álbum

Hamilton, an American musical

No soy de musicales, es el estilo cinematográfico o de show que menos me atrae, pero debo sacarme el sombrero ante Hamilton, musical creado por Lin-Manuel Miranda.

Si bien, el musical ya tiene sus años es de 2015, su puesta en escena en Broadway y el filme que se hizo de aquella presentación se publicó en Disney+ en 2020, permite que la propuesta mantenga actualidad, convirtiéndose en un suceso y en un clásico instantáneo, que sin lugar a dudas, prevalecerá en el tiempo.

La fluidez, la energía, la emotividad y entrega de cada personaje, de los detalles históricos reales pertinentes a la fundación de los Estados Unidos y cómo es adaptada y contada lo hacen una obra genial, muy redonda.

Mi amor por el hip-hop se satisface al escuchar rimas inteligentes y muy, pero muy bien escritas. No es fácil contar una historia en una canción de tres minutos, y mucho menos aún, hacerlo durante dos horas y cuarenta minutos (o mejor dicho, 46 canciones), con todas las aristas y detalles que se hacen presentes en la biografía de Alexander Hamilton y la historia de Estados Unidos.

Es que lo que hizo Lin-Manuel Miranda es una obra fantástica. Nutrida de fórmulas raperas precisas, bien escritas y con barras y significados bien indicados. Los juegos verbales propios del rap hacen eco en cada track y permiten apreciar y comprender, de una nueva forma, parte de la historia fundacional de Estados Unidos.

Esa historia, recuerdo fue mi primer trabajo de escuela en el que en vez de ser escrito a mano, fue escrito en computador, allá por 1994-95. El borrador manuscrito era largo y muy completo y verlo mecanografiado posteriormente en píxeles, fue algo impresionante, para un niño de 9-10 años, en pleno comienzo del mainstream de la computación hogareña realmente accesible.

Como mencioné, no es fácil escribir rap, doy fe de esto al estar trabajando en mis propias canciones, pero hacerlo en base a la biografía de un personaje tan importante para la historia de un país, contemplando sus contrastes, aciertos, errores y temores, en un formato teatral y musical, que de por sí, te exige una clara pronunciación y proyección, lograr cautivar a una audiencia que a la vez debe ser capaz de comprender cada diálogo, canción y soliloquio de forma de entender la historia presentada, es ciertamente una empresa de mayor envergadura, pero que Lin-Manuel Miranda ha sabido escribir y presentar con creces.

Agrupar en un musical, formato bastante específico, una biografía que abraza al mismo tiempo a gran parte de la historia fundacional de un país como es Estados Unidos y lograr contar los matices de la vida de uno de sus padres fundadores, utilizando el rap como herramienta lírica, es una odisea compleja, pero la cual ha sabido escribir, presentar y ejecutar de manera perfecta Lin-Manuel Miranda con Hamilton, un musical americano.

Adoro cada juego lírico, las fórmulas raperas antes mencionadas, los estilos musicales y hasta letras y artistas directamente referenciados, a modo de homenaje, empleado inteligentemente para contar la historia de los inicios de los Estados Unidos, a través de una de las últimas creaciones estilísticas musicales (y culturales) del país federado.

Escuchar el álbum en Spotify, es ciertamente sólo una parte de la experiencia que entrega Hamilton. Ya que es necesario consumirlo en su totalidad: observando el musical teatral. Es en el escenario donde se obtiene el cien por ciento de la propuesta de Hamilton y donde, notoriamente, se puede apreciar la complejidad de la obra escrita por el puertorriqueño.

Sin lugar a dudas, forma un precedente renovado para los musicales, mezclando un estilo que a pesar de su capacidad lírica es poco utilizado en Broadway. Y también marca una vara alta y nueva como herramienta educativa. Es claro que hay espacio en la obra para libertades creativas, propias de una adaptación de tal calibre, pero establece un claro nivel para revisar con niños y adolescentes y así puedan entender un suceso histórico y parte de la biografía de un padre fundador de una forma histriónica, divertida y que invita a la atención, para no perderse cada detalle contado.

A nivel productivo, Hamilton cuenta con un completo grupo de artistas consagrados y conocidos, tanto del ámbito musical como actoral, partiendo por el mismo Lin-Manuel, quien escribe, protagoniza y produce el musical y cuenta con el apoyo de artistas como Leslie Odom Jr. y su hermosa calidad vocal, como con la divertida personalidad de Daveed Diggs en su papel dual como el Marqués de LaFayette y Thomas Jefferson, Renée Elise Goldsberry, quien protagoniza una de las canciones y momentos más densos, líricamente hablando, del musical. Jonathan Groff, haciendo alarde de su potencial, como un divertido Rey George III y el magnífico Christopher Jackson como el primordial George Washington.

Las referencias musicales de la obra apuntan al rap de la época dorada del hip-hop, a artistas como The Notorious B.I.G., DMX, LL Cool J, Mobb Depp, Snoop Dogg, Alicia Keys, Busta Rhymes, Beyoncé, Cypress Hill, Mary J. Blige, Grandmaster Flash, entre otros varios. Y cuenta con el apoyo en producción de grandes como Black Thought y Questlove, MC y baterista, respectivamente, de The Roots, banda que sabe de lo que se trata conjugar hip-hop con instrumentación real, en una propuesta diferente al rap convencional.

Sin lugar a dudas, una obra maestra en muchos sentidos, que merece ser disfrutada y analizada muchas veces, sea por expertos en historia, educación, música o simplemente, por personas que queremos escuchar algo diferente, en un estilo o formato al que no estamos acostumbrados o no somos afines. Hamilton cumple con creces, llenando tu cabeza de rimas inteligentes, una historia escrita de forma maravillosa y una puesta en escena prácticamente perfecta, que permite que sea disfrutada por grandes y chicos.

Hamilton está disponible como álbum en Spotify y como musical en vídeo en la plataforma Disney+.

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Artista Concierto Opinion

Kings of Convenience en Santiago (25/11/2022)

Es la primera vez que hablo sobre un concierto, so just bear with me por cualquier detalle, ya que como sabes, este es un miniblog personal 🙂

¡Llegó el tan esperado día! Viernes 25 de noviembre de 2022, salí de Temuco hacia Santiago en un vuelo normal, con poca batería en mis audífonos, pero lo suficiente para la hora que duraba el vuelo.

Llegué a un caluroso Santiago, pero gracias al calentamiento global (how dare you? diría Greta Thunberg), en Temuco estaba prácticamente igual. Santiago me recibió tranquilo, me detuve en Santa Lucía para juntarme con un capo, Cristóbal o mejor dicho, “El Tuto”, amigo virtual que se convirtió en real en aquel instante. Disfrutamos de un almuerzo reparador y sabroso, a la vez de una extensa conversación muy variada y a veces, bizarra, lo cual, es genial.

El metro nos llevó hasta Las Condes, donde coincidentemente, ambos debíamos llegar, así que mejor aún, disfrutar de una cálida y loca conversación con un amigo con el que tienes interesantes cosas en común es siempre gratificante. Así que, Cristóbal: ¡un abrazo, amigo! Ciertamente habrán muchas más instancias y anécdotas que compartir, sea en Santiago o en Temuco.

Hasta que llegó la BFF (es gracioso que ahora con sólo decir eso, es pensar en mi bebito fiu-fiu, pero ok…), Laura, quien me introdujo a los Kings of Convenience, allá por 2007, y aquel viernes 25 “cerraríamos” el círculo y por fin, poder verlos y escucharlos en vivo, no más MP3s de dudosa calidad o vídeos de YouTube de presentaciones en otras partes del mundo y así al fin sería una experiencia en vivo real que pudiésemos compartir.

Un descanso breve, actualización del día y nos encaminamos hacia el concierto. El clima no podía ser mejor, una cálida tarde nos acompañaba hacia el Teatro Caupolicán, muy ocupado estos días, con eventos musicales variados (es genial cómo se ha ido reactivando todo el ámbito musical en vivo, luego de la pandemia). Entramos sin dificultad y fue agradable estar en cancha, en un ambiente muy relajado, muy como de pub o tocata. Hasta con cerveza, aunque mala… (mal ahí, Patagonia, jajaja) quizás, podríamos haber quedado más cercanos al escenario, pero contamos con una ubicación cómoda, sin tantas personas alrededor, eso permitía libertad de acción, no pressure.

Me agradó mucho que aquel ambiente distendido y relajado también se notase en el escenario, con una ornamentación mínima, basada en plantas y también, notable en los artistas que se presentaron en esta oportunidad: Niña Tormenta y Diego Lorenzini, ambos para mí, conocidos sólo de nombre, pero agradecido de escucharles y conocerles, ya que les seguí en Spotify de inmediato. Detalle lindo: fueron presentados por el mismo Erlend Øye, quien fue recibido con una alegre ovación.

Antes de ellos, fuimos recibidos por unos mixes de música funk, al principio, no presté mucha atención, ya que estaba “interiorizándome” con el lugar. Posteriormente, pude dedicarle oído correctamente y validar de que eran unas buenas mezclas de aquel sabroso estilo musical.

El set de Niña Tormenta y Diego fue muy bueno, ambos tocaron sus canciones individuales en conjunto y fue un acierto de escuchar buenas melodías, bien complementadas en la capacidad musical de ambos, tal y como si fueran un dúo consagrado, mas que de artistas acompañándose, me agradó mucho la simpleza de tocar sus canciones con ukeleles, simpleza que no significa facilidad, eso está muy claro.

Es bonito disfrutar de artistas que se relajan y alegran de estar compartiendo su música y su arte, interactuando con el público, lanzando varias bromas inocentes y sencillas, que siempre son bien recibidas y que permiten y facilitan aquel ambiente relajado y cercano. También, las personalidades de ambos son especiales en el escenario, y escucharles al final de su presentación, que dejaban su ubicación como artistas para seguir disfrutando del show como fans de Kings of Convenience, fue algo muy destacable.

A continuación, volvió el DJ, que realizó varias mezclas interesantes (destaco las del final) pero que a pesar de su buena selección rítmica, le pasó la cuenta un poco, ya que todos deseábamos ver a Erlend y Eirik prontamente.

Un dúo que se conoce al revés y al derecho, que dominan su arte y su instrumentación, en una velada que hizo emocionar, reír, bailar y disfrutar de melodías sencillas y unas voces que acompañan canciones bien hechas, dispuestos a compartir su talento con parte del sur del mundo: Kings of Convenience. Excelente concierto, mas aún con excelente compañía.

Hasta que aparecieron. Simples y sencillos como siempre, los reyes de la conveniencia. Personalmente, fue una grata impresión, ya que llegaron los chispazos mentales de aquellos vídeos en YouTube mencionados anteriormente y del buen ánimo que se transmitía en aquellas grabaciones de 480 píxeles de resolución. Y ya no era un vídeo, sino ellos, en vivo y en directo.

Un setlist preciso, bonito, que apuntó a todos sus álbumes, a excepción del inicial Quiet is the new loud, y con mayor presencia de Peace or love, más que mal, era una fecha del tour correspondiente. El setlist de aquella noche fue el siguiente:

  1. Comb My Hair
  2. Rocky Trail
  3. Cayman Islands
  4. Angel
  5. Killers
  6. Love Is a Lonely Thing
  7. Catholic Country
  8. Know How
  9. Mrs. Cold
  10. Misread
  11. Fever
  12. Boat Behind
  13. Rule My World
  14. I’d Rather Dance With You
  15. 24-25
  16. Nueva canción instrumental

Como podrás notar, fue sencillo y muy bien alineado con la onda que transmiten Eirik y Erlend, al bromear entre ellos, con el público, contar anécdotas y tener pequeños momentos mágicos al interactuar con nosotros, los oyentes.

Dentro de las anécdotas, destacable aquella relacionada con el tema Angel, que fue compuesta inicialmente por el dúo aquí en Chile, en su gira durante 2016. También, la referencia y gratitud de Erlend hacia Pedro Carmona, indicado como su mentor por el noruego. Bonito detalle.

El feeling era como una sesión musical de grandes éxitos, algo como reproducir la lista “This is” de algún artista en Spotify y encontrarte con viejos conocidos y nuevas gemas, con la diferencia de que era en vivo, en un ambiente amigable y cercano.

Para mí fue muy especial y emotivo escuchar los primeros acordes de Cayman Islands, pero sobretodo, de Know How. Le tengo cariño a ese tema, la presentación fue pulcra y excelente, es que es inevitable no hacer hincapié en la maestría de Kings of Convenience como artistas musicales, el manejo de sus guitarras, la sonoridad y sobretodo, su nivel vocal. Suenan tal y como suenan en sus álbumes, obviamente, también es un acierto y felicitación a su sonidista, que sin duda, era quién nos permitía disfrutar de aquel precioso sonido.

No es fácil en absoluto sonar bien en vivo, ni menos aún, compararlo con el nivel de un álbum o fonograma. Pero Kings of Convenience lo logran. Lo sé, sé que se trata de una propuesta más sencilla, principalmente voces y guitarras, acompañados brevemente de bajo eléctrico y batería (más un pequeño teclado tipo sintetizador), pero créeme, de verdad sonaron muy bien.

Aquella compañía en batería y bajo fue a partir de la canción Fever, y contó con el apoyo de Jorge Aguilar en la batería y Francisco Rojas en el bajo, ambos mexicanos y cercanos al dúo.

Es bonito compartir momentos musicales así, dejarte llevar por aquellas canciones que te van acompañando en la vida, en diferentes momentos, etapas y lugares, atravesando diferentes emociones y compartiéndolas con diversas personas y aquella noche, fue con Laura, finalmente. Son quince años de amistad, de conversaciones, de mails y reuniones a veces mínimas, a veces extensas, de chats y ¿por qué no? de memes. Hemos desarrollado una amistad en las buenas y en las malas. Y también, en lo musical, compartiendo extrañezas y descubrimientos que cada uno va haciendo en su día a día. Definitivamente fue como un broche de oro disfrutar a los Kings aquel viernes.

Todos en el Teatro Caupolicán nos dejamos cautivar por las notas y melodías de Rocky Trail, de Love is a lonely thing, Misread (ay, es que Riot on an empty street es un álbum demasiado bueno), de Mrs. Cold, la fiebre que nos contagió Erlend con Fever y los buenos ritmos que va creando y dejando con Boat behind, así como con el final, que era obvio: I’d rather dance with you. Todos los que estábamos ahí disfrutamos como fans aquella canción, es que ¿quién que no la haya escuchado no ha podido dejarse llevar por el ritmo y la letra, bailando tontamente tal cual lo hacía Erlend Øye en el escenario? y éramos muchos bailando tontamente, aunque claro, muchos lo hacen bien, no como uno, que es un simple cabeceador, un discípulo de Ronny Dance.

El encore siguiente incluyó la canción 24-25, que nos calmó a todos y a la vez, iluminó el Teatro Caupolicán con cientos de luces blancas —teléfonos emulando a los encendedores de antaño— que permitió una bonita postal antes de concluir ya finalmente, con una nueva canción, según declaraba Eirik, inédita e instrumental, la que nos liberó nuevamente y nos puso a todos a bailar al son de un ritmo instrumental suave y entretenido.

Y luego de una muy merecida ronda de vitoreos y aplausos por centenares, vino el acompañamiento musical final, con aquel DJ pinchando discos de funk, con una excelente selección que mantuvo el ambiente de goce y disfrute. Es que no te puedes resistir al funk, el funk tiene magia, tiene power y es inevitable no rendirse al groove y dejarse llevar rítmicamente, de hecho, así fue.

Finalmente, misión cumplida. Kings of Convenience en vivo, en Santiago, checked. Disfrutado con creces, con mucha alegría y emoción.

No me quepa duda de que Eirik y Erlend volverán, ya son de casa, tal como Mike Patton. Y los nexos que ellos poseen acá en Chile, también los invitará a seguir volando hasta estas sureñas tierras, que me imagino, deben tener algunos puntos en común con su hogareño Bergen en Noruega, y es bonito pensar que ellos saben que acá siempre los esperará un público que los conoce y quiere por su calidez humana y musical.

Nosotros volvimos a casa, sabiendo que era un pequeño logro en nuestra amistad y esperando poder repetirlo nuevamente a futuro.

Gracias, Erlend Øye y Eirik Glambek Bøe.

Gracias, Kings of Convenience.

Gracias, Lau.

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Artista Opinion

Kings of Convenience

Esta es una nota más bien corta, pero que deseo compartir.

Kings of Convenience. Sé que hablé sobre Erlend Øye hace no mucho, y todo lo que disfruto de su música, en aquel artículo mencioné a Kings of Convenience, su dúo junto a Eirik Gamblek Bøe, tal como indiqué:

«…dúo noruego de folk-pop e indie-folk, con bonitos toques de bossa-nova, soft rock y una onda guitarrera y calmada que recuerda a Simon & Garfunkel, pero sin los problemas de personalidad entre ambos».

La verdad, nunca pensé que me encontraría disfrutando de aquellos ritmo –oh sí, aquel joven que pasaba tardes escuchando y haciendo rap hardcore también había aprendido a oír otros estilos diferentes– pero ha sido un descubrimiento genial.

Me declaro fan de su álbum Riot on an empty street. Es el que más disfruto y escucho, también incluyo al álbum Versus, que es un compilado de remixes de canciones de su primer álbum y que tiene unos toques de electrónica bien elegantes y bastante complementarios para el ritmo que manejan Erlend y Eirik.

Su último álbum, Peace or Love, publicado en 2021, luego de un extenso hiato (Declaration of Dependence es de 2009), es igualmente un álbum exquisito, que trae los acordes y melodías típicas, cercanas e intimistas de Kings of Convenience a los tiempos modernos.

Aquella producción les presenta ser como el vino. La madurez le sienta bien a la seriedad de Kings of Convenience y aquel tiempo de lejanía entre álbumes también hace notar una añoranza, una agradable gratitud de poder crear una nueva producción y compartirla con el mundo.

Mundo el cual esperaba con ganas nuevos temas y que se mantuvo latente y constante en el apoyo al dúo, gracias a los demás proyectos musicales, la gratitud es gigante para con Erlend Øye por su insaciable inquietud musical, al retomar el proyecto de The Whitest Boy Alive y traer su música solista junto a La Comitiva, también, agradezco la cercanía que posee Erlend y Eirik para con Chile, al venir seguido a presentarse por estos lados del mundo y formar lazos de amistad con artistas locales. De hecho, es conocida una anécdota que prácticamente une a Erlend con Chile, desde hace muchos años, pero es historia para otra publicación.


Volviendo a Riot on an empty street, estos días resuena en mi playlist, gracias a la gran bendición (en serio lo es) de finalmente, tener la oportunidad de ver al dúo en vivo, este viernes 25 de noviembre en Santiago, junto a Laura, quien me introdujo a este par de amigos noruegos y a quien le agradezco en demasía tantas curiosidades musicales. Sin lugar a dudas, compartir este concierto con ella, será espectacular.

Creo que volveré a editar esta publicación al regresar del concierto o bien, añadiré una nueva nota al respecto.

Es que es algo que me tiene contento. Poder disfrutar de canciones como I’d rather dance with you, Stay out of trouble, Know How, Rule my World, Boat Behind, Failure, Toxic Girl o de Rocky Trail, Fever o cualquier otra, es un pequeño gran sueño cumplido (la verdad, por cumplir, a medida que escribo esto), que no dudo disfrutaré en demasía.

Lo sé, debería hablar más sobre el dúo en sí, es la idea de este blog, pero no quería dejar de compartir esta alegría que está pronta a disfrutarse en vivo.

Les contaré cómo me fue al regresar. Por ahora, les dejo más que recomendados a Kings of Convenience, vayan a su plataforma musical favorita y dénle play. Lo disfrutarán.

PD: esta es una publicación algo «fanboy», pero me alegra 😀

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Álbum

The College Dropout

Hablar de Kanye West, es hablar de un tema controversial y complejo. Pero es necesario separar al artista de su obra, en esta ocasión.

Su primer álbum, “The College Dropout”, del 2004, ha vuelto a resonar últimamente en mi playlist, ya que es innegable la calidad y propuesta establecida en este álbum.

Kanye tiene toda una trayectoria dentro del hip hop, es uno de los grandes productores y beatmakers de los últimos veinte y tantos años, iniciando a mediados de los noventa, logró reconocimiento gracias a su característica forma de producir instrumentales, tomando samples de soul y de R&B y los adapta para sonar como ardilla de caricaturas, modificando tono y velocidad, el conocido como “chipmunk soul”.

Su carrera como productor tiene destacadas participaciones con Ludacris, Janet Jackson, Alicia Keys (hace un par de años solamente descubrí que había producido la canción You Don’t Know My Name) y sobretodo, con Jay-Z, notablemente en el álbum The Blueprint, que es uno de los mejores álbumes de todos los tiempos.

Pero a pesar de todo aquel reconocimiento, de toda la fama como productor, beatmaker y compositor para otros artistas, West tenía el ánimo de demostrar su valía como rapero y anhelaba poder desarrollar una carrera dentro del hip hop ya no sólo como productor.

El inicio de una carrera musical especial, de calidad y con un contenido inteligente y diferente, a la vez, el inicio de una megalomanía y de un hombre atribulado por sus demonios.
Un sincero momento para declarar su espacio en el mundo. Esto es The College Dropout de Kanye West.

El camino no fue sencillo, en 2002 Kanye sufrió un accidente vehicular al quedarse dormido al volante y esto casi le cobró la vida. Estuvo hospitalizado por meses, con un arnés metálico en su boca, debido a una triple fractura en su mandíbula, que lo obligó a mantener silencio durante algunas semanas. Esta experiencia fue su principal fuente de inspiración y ánimo para su carrera artística individual. Estando con aquel arnés, a dos semanas de tenerlo puesto, grabó una canción, Through The Wire (“A través de los cables”), que relata su experiencia a raíz del accidente. La demo o versión inicial de este tema, cantado en aquel período de convalecencia, mostró el real deseo de West de crear algo propio, próximamente, re-editaría la canción para el álbum.

“The College Dropout” muestra la particular forma productiva de West, sus selectos sampleos de canciones soul y los acompañamientos de otros artistas invitados, como el mismo Jay-Z. Mos Def (actual Yasiin Bey) , Talib Kweli, Common, Jamie Foxx o Syleena Johnson, por mencionar algunos, así también, como coros vocales, dando un toque gospel en algunas canciones.

Líricamente, muchas referencias y críticas al sistema educacional, irónicamente, la apariencia de Kanye en este período, era andar con mochila a todas partes, literalmente, como si hubiese abandonado la escuela.

También hay deseos y anhelos personales, añoranzas y experiencias que se van desglosando en algunos tracks. Manifiesta igualmente un profundo sentido familiar, al referenciar a su madre (Donda West) y a otros integrantes. Una particular forma de ver la vida y a otros pares, resultando en un artista diferente, que a pesar de llevar tiempo tras las bambalinas del hip hop, no suena parecido a otros compañeros de rimas de su generación.

Innegable fue el hype y todas las opiniones manifestadas luego del lanzamiento del single Jesus Walks. Es que la fe y la espiritualidad siempre han sido un tema para West. Un tema aparte, quizás. Pero no puede negarse la transparencia con la que habla de hipocresía respecto a los medios al tratar a Dios. Sin caer en la categoría de rap cristiano, en aquel tiempo también fue un llamado para los vinculados a aquel estilo a repensar sus propuestas y acercar la fe a la realidad. Al menos, es algo que personalmente noté e hizo eco en mi forma de ver las rimas cristianas “de la iglesia hacia afuera”, con énfasis en la última parte.

El álbum es variopinto en estilos, anécdotas, melodías y colaboraciones y da todo lo necesario por parte de West para decir «tengo un lugar en el mundo del rap», objetivo que logró con creces y le dió la oportunidad de desarrollar una carrera musical íntegra, con su producción, con su composición, con su rap, con sus ideas de diseño e influencias en tantos aspectos diferentes. También, es un álbum en el que puede notarse indicios por los cuales lamentablemente ahora es famoso: escándalos, bipolaridad, pensamientos confusos y opiniones nefastas, cosa que iría en crecimiento a medida que el mundo se rendía a los pies de Kanye West, hasta el punto de proclamarse “Yeesus”, pero esto es otra historia.

En lo personal, aparte de Jesus Walks, disfruto mucho los temas Spaceship, The New Workout Plan (aquel cambio de ritmo a algo más bailable o electrónico sencillo es genial), Slow Jamz, junto a Twista y el siempre cool Jamie Foxx, Two Words, por su uso inteligente en las rimas escritas y cantadas y Through The Wire.

Un producto que siendo crítica de escuela, sin lugar a dudas, formó una propia. Una en la que se cruzan nuevas formas de producción de rap, sin miedo a la expresión y exposición.

Ojalá podamos volver a ver a un Kanye West cuerdo, centrado, superando sus temores y que sus oraciones a Dios lo acerquen a la paz interior.

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Artista

The Spaceape

Luego de un receso durante el cual pude viajar a New York, pasar por un resfriado y actualizar este miniblog, vuelven los artículos que le dan vida a este espacio.

Hablar de The Spaceape es hablar de un artista bastante underground, pero conocido dentro de un grupo específico de artistas y estilos, sobretodo ingleses. También es hablar de tribulaciones, de búsqueda de sanidad, de la vida con una enfermedad mortal y del enojo y la complacencia para con un mundo, tanto personal como total, en el que diferentes áreas de la existencia caen en duda, intentando la coexistencia con la normalidad y el presente.

Stephen Gordon fue el hombre detrás del seudónimo The Spaceape. Fue un poeta, vocalista y MC británico, conocido más que nada, por su dúo junto a Kode9, fundador de la discográfica Hyperdub (que engloba a Burial, Laurel Halo y otros artistas) simplemente como Kode9 & The Spaceape. Como dúo produjeron dos álbumes y un EP, entre 2006 y 2014, así también, colaboró con otros artistas, como Burial, en su álbum homónimo, entre otros. Parte de los inicios mismos de Hyperdub se entrelazan con los de The Spaceape, ya que fue el primer artista en lanzar un single a nombre de la discográfica.

Su estilo vocal podría resumirse como tranquilo, profundo y meditativo. Más que armonizar, The Spaceape empleaba mayoritariamente la palabra hablada –spoken word– para crear relatos y melodías que potenciaron y otorgaron un estilo característicos al incipiente dubstep, muy alejado de los excesivos efectos y sonidos graves que caracterizaron al estilo cuando este se hizo mainstream.

El dubstep inicial tenía un estilo más profundo y las letras, gracias a artistas como The Spaceape, tocaban temas más introvertidos, por así decir, que el posterior estilo conocido.

Este estilo vocal de Stephen quedaba muy bien con la producción que Kode9 creaba. Ambientes sonoros oscuros y una mezcla de estilos bastante peculiar. La magia del dueto formado por ambos claramente era obra de Stephen Gordon y su particular voz.

El miedo a la muerte es el catalizador de Xorcism, la obra final de The Spaceape, donde vemos a un artista atribulado, enfrentando y abrazando su destino, el cual deja en manifiesto la futilidad de la propia existencia y los sentimientos y anhelos que se entrecruzan en la mente de un músico y poeta que se enfrenta a su propia muerte.

Menciono al inicio sobre tribulaciones y la coexistencia entre la oscuridad personal y la vida normal, es que Stephen pasó cinco años luchando con un extraño cáncer: neurolinfomatosis, con el cual convivió y convirtió en fuente de inspiración para trabajar junto a Kode9 en Black Sun, segundo álbum del dúo y producción en la que podemos oír cómo Stephen empieza su convivencia con este raro cáncer. Y posteriormente, éstas mismas experiencias le permiten crear un EP solista, llamado Xorcism, en el cual expone y transparenta sus sentimientos, sus dudas, sus temores y también, es una suerte de desahogo en la cual manifiesta su deseo de vivir pero también, de coexistir con aquella enfermedad, al punto que Xorcism es un trabajo que lo prepara para su muerte, una suerte de testamento musical y sonoro.

Este EP es una extrañeza, tal como lo fue su enfermedad, ya que no continúa su estilo característico musical desarrollado con Kode9 o sus anteriores singles lanzados en solitario, sino que este breve álbum abraza sonoridades influenciadas por la música y espiritualidad haitianas.

La sensación de Xorcism es cruda, caótica, percusiva e hipnótica. Spaceape se desenvuelve fluida y lúcidamente mientras nos guía a través de siete cortos capítulos. Siete canciones que están por debajo de los 3 minutos y tienen lo necesario para exponer todo por lo que Stephen va pasando en su mente y su vida.

Sus letras tratan desde tratar de argumentar con Dios por su existencia, a medida que la muerte cada vez le acecha más, como también de cómo es el recorrido de un hombre en búsqueda de sanidad espiritual o cómo conllevar la experimentación medicinal y el tratamiento doloroso por el cual debe pasar, para finalmente, manifestarse contra la complacencia del hombre en un mundo que habitamos tan brevemente.

Toda esta temática, acompañada de un fuerte y notable fondo sonoro tribal, vudú, haitiano, permite comprender parte de lo vivido por The Spaceape en su proceso de enfermedad, aceptación y futuro relativo, que sin lugar a dudas, lleva a pensar sobre la propia existencia y el cómo nos relacionamos con la muerte si lo consideramos más allá de algún fugaz memento mori.

The Spaceape fallece finalmente debido a neurolinfomatosis el 2 de octubre de 2014. Dejando atrás a su esposa Luciana, su hija Cleo, y a su segunda familia en Hyperdub. Como artista, deja un legado musical diferenciador, extraño, sombrío y al mismo tiempo, encantador y sincero.

Lamentablemente, este EP es difícil encontrarlo, ya que fue publicado como descarga gratuita en el portal de The Spaceape y de Hyperdub en 2012 y posteriormente, con su deceso y el vencimiento de los servidores web, resultó en un álbum atrapado en el limbo de la internet.

Pero podemos encontrar parte de su visión en el EP Killing Season, junto a Kode9, publicado en 2014 y también, disfrutar de los álbumes Memories of the Future, de 2006 y Black Sun, de 2011, junto con un montón de singles y colaboraciones que mayoritariamente están bajo el alero de Hyperdub.

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Blog

¡Regresamos!

Pues tal como lees, regresamos. La verdad, no es que este miniblog haya muerto o caído en otro intento de crear algo que termina siendo efímero. Sino, que sucedieron cosas durante septiembre, por las cuales opté por dejar de publicar contenido en La Vida en Beats durante aquel mes.

Y octubre no empezó muy diferente, igual sin subir contenido, pero aproveché de «ordenar la casa», de dar una nueva cara y sobretodo, nuevo hogar a este miniblog.

Ahora, La Vida en Beats es independiente, con dominio propio y funcionando gracias a WordPress, en lavidaenbeats.cl. Con una configuración muy sencilla, que permite mantener la onda del miniblog, al mismo tiempo que también otorga mejores opciones para trabajar con imágenes, vídeos y otros detalles que con el tiempo se podrán ir notando.

También, inauguro un nuevo apartado: Playlists. Curadas y preparadas por La Vida en Beats para compartir con ustedes un poco de los sonidos, notas y melodías de las que he escrito, junto con otras que forman parte de mi día a día y alguna que otra curiosidad que pueda resultar de las recomendaciones que recibo de amigos, familiares, colegas y quien desee aportar con un grano de arena a este pequeño blog.

La idea de La Vida en Beats es hablar sobre la música que me acompaña siempre, en base a gustos personales y recomendaciones.

Lo que alguna vez escuché y disfruté, ahora lo comparto contigo y te cuento algunas de mis experiencias y opiniones al respecto.

Tal como la frase del gran Victor Hugo que está en la página de inicio:

«La música expresa lo que no puede ser dicho y aquello sobre lo que es imposible permanecer en silencio.»

Este “experimento” está formando raíces. Y espero sobre todas las cosas, que te agrade y te permita contemplar la música de otra forma, aunque sea a partir de una sincera opinión.

Las gracias de antemano a quienes me han acompañado y leído los artículos publicados hasta ahora: ¡muchas gracias!.